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El narco del siglo XXI ya no tiene país: así operan las nuevas mafias globales

Colombia revela en AMERIPOL un mapa criminal que mezcla puertos privatizados,

fentanilo y redes financieras offshore.

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Colombia alza la voz en AMERIPOL: “La seguridad del continente exige una mirada más profunda que la fuerza policial".


En la XV Cumbre Ordinaria de AMERIPOL, el presidente de Colombia ofreció uno de los discursos más crudos, analíticos y disruptivos de los últimos encuentros hemisféricos sobre seguridad. Con el peso de medio siglo enfrentando al narcotráfico, el mandatario convirtió su intervención en una radiografía implacable del crimen organizado y en una advertencia urgente: si América no entiende la complejidad actual del fenómeno criminal —y sus raíces sociales, tecnológicas y geopolíticas—, la región seguirá poniendo los muertos mientras las ganancias circulan fuera de sus fronteras.


El laboratorio del dolor: Colombia como epicentro del aprendizaje

Desde el inicio, el presidente subrayó que la experiencia colombiana no es un orgullo, sino una tragedia que dejó cientos de miles de muertos y que, paradójicamente, convirtió al país en una autoridad global en el estudio del narcotráfico. Colombia, dijo, aprendió a golpes que reducir el crimen a una “variable policial” es un error histórico, porque el fenómeno está imbricado con factores económicos, culturales, afectivos y políticos.

“Entre fracasos y lecciones —advirtió— entendimos que la lucha contra el narco no depende de decretos ni de más armas. Depende de comprender a las sociedades.”

Una industria global sin fronteras

El mandatario ofreció datos y reflexiones que retratan un mercado criminal radicalmente distinto al de los años 80 y 90:

  • Los capitales del narcotráfico colombiano ya no están en Colombia, sino en los centros financieros globales.

  • Las mafias contemporáneas están compuestas por redes transnacionales de múltiples nacionalidades; ya no son “carteles colombianos”.

  • La cocaína viaja en contenedores, no en lanchas; la logística es industrial, no artesanal.

  • Los narcotraficantes viven en enclaves de lujo global —desde Miami hasta Dubái—, donde las normas y jurisdicciones dificultan su persecución.

“Hoy un misil que derriba una lancha cuesta más que la carga que transporta”, ironizó, cuestionando la eficacia de estrategias anticuadas.


La evolución de las drogas: del cultivo al laboratorio

El presidente dedicó un pasaje contundente a las nuevas sustancias sintéticas como el fentanilo:

  • No requieren cultivos ni territorios.

  • Se producen con alta tecnología.

  • Su detección es extremadamente difícil.

  • Su impacto es masivo: “Un gramo puede matar un barrio”.

Y dejó una advertencia dura: “El fentanilo es una droga de extinción, no de consumo. Es una amenaza a la humanidad”.

El crimen como espejo cultural

Una de las reflexiones más llamativas fue de carácter sociológico. El presidente comparó los patrones culturales latinos y anglosajones en relación con el consumo:

  • En América Latina, la socialización y los afectos funcionan como barrera frente a adicciones graves.

  • En Estados Unidos, la competencia, el estrés y la soledad crean consumidores solitarios “bajo control de la sustancia”.

La falta de afecto —dijo— es un factor de riesgo tan importante como la disponibilidad de drogas. “Cuando una sociedad deja de abrazarse, empieza a morir”.


El millón de muertos de América Latina


Con datos desgarradores, recordó que un millón de latinoamericanos han sido asesinados por dinámicas ligadas al narcotráfico, mientras en EE. UU. las muertes por cocaína anual no superan unas pocas miles, generalmente asociadas a adulterantes.

“Nosotros ponemos la sangre; ellos ponen la demanda”, resumió.

Cooperación con sentido, no por inercia


A pesar de tensiones con gobiernos anteriores de Estados Unidos, dejó claro que la cooperación no es opcional:“EE. UU., México, Ecuador y toda la región necesitan la experiencia de Colombia. Y Colombia necesita la de ellos. Nadie gana solo”.

Pero también cuestionó las lógicas judiciales que, por ejemplo, obligan a narcotraficantes extraditados a no volver a traficar hacia Estados Unidos… incentivando así el desbordado mercado europeo.

La amenaza silenciosa: la crisis climática como principal riesgo de seguridad

En el tramo final, el discurso dio un giro inesperado pero estratégico:“La principal amenaza de seguridad para América no es un grupo criminal ni un Estado adversario: es la crisis climática”.

La migración forzada, las nuevas formas de esclavitud, la pérdida de recursos y la inestabilidad social —dijo— ya están alimentando redes criminales. Si no se actúa, serán las mafias quienes organicen el futuro.

Un llamado final: inteligencia, humanidad y vida

En su cierre, el presidente lanzó una idea poderosa:“La policía del futuro debe defender la vida, no solo perseguir el delito. Y para defenderla, necesita ciencia, cooperación y humanidad.”

Y recordó que la supervivencia de la especie —como en las cavernas— depende de la capacidad de ayudarnos entre todos.

 
 
 

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